miércoles, 20 de febrero de 2019

Maternidad y Política

Estoy segura de que os acordaréis de doña Soraya Sáez de Santamaría, en el balcón de Génova celebrando la victoria del PP a los pocos días de parir; y de paso del “que no bote Soraya” del señor Rajoy, que qué bien hubiera estado calladito el hombre, de verdad.
Y estoy segura también de que muchos de vosotros habéis leído en muchos blogs argumentos a favor y en contra de la decisión de doña Soraya de reincorporarse al trabajo (tenéis que entenderlo, iba a ser la prime) tan cerca de su parto.
Yo tengo las cosas muy claras, y además soy vehemente y visceral, así que siempre me he posicionado en contra. Entendedme, ante todo respeto. Si esta mujer fuera una de esas mujeres que vienen a la tienda, a las que conocen en su casa a la hora de cenar, pero no salen en los telediarios, pues hubiera procurado no juzgarla y acompañarla en su decisión de ir a dar el callo y demostrar qué bien trabaja en pleno puerperio; bien pensado, esta mujer no hubiera ido por La Teta y Más a pedir consejo, supongo. Pero bueno, da igual. Que yo la respeto.
Pero claro, cuando es una mujer dedicada a la política, que además (eso lo lo supimos más tarde, pero segurísimo que ella ya lo sabía entonces) iba a convertirse en la mujer más poderosa desde Isabel la Católica, pues a mi me quemó bastante.
Si yo hubiera sido ella, no hubiera renunciado ni a un día de mi permiso. Es más: hubiera dedicado la primera sesión plenaria a la que hubiera tenido que ir a discutir sobre la necesidad de ampliar el permiso de maternidad, porque he tenido que dejar a mi crío llorando, mire usté, que lo que necesita es la teta de su madre y no a la niñera que está con ella.
Pero es que no soy ella. Ni ella soy yo.

Todos los que opinamos sobre lo que debía o no hacer Soraya, caímos en el mismo error: pensar en lo que nosotras hubiéramos hecho de ser ella. Y nadie se ha dado cuenta, de que ella, sólo es ella.
Porque yo no tengo las vivencias, ni las inquietudes, ni las experiencias de doña Soraya. Ni sé cuáles son las presiones, ni la tolerancia que tiene a esas presiones, que esa es otra.

Y por supuesto que no me representa. Pero es que en mi caso, no me representaba antes tampoco. No voy de ese palo. Ojo, ¿eh? que tampoco me representa la Chacón, no os llevéis a engaño.
A mi me representa Licia Ronzulli, ¿os acordáis de ella? Esta mujer, diputada por el partido de un
innombrable, se vio obligada, por presiones políticas, a votar en el parlamento europeo a pocos días de dar a luz. Igual que muchas mujeres, en esta España nuestra que es la leche, se ven obligadas, por su estatuto de autónomas, a abrir su negocio mucho antes de las 6 semanas “reglamentarias y de obligada disposición para la mujer”. Y lo que hizo, puesto que no se podía negar, fue cargarse a su cachorro en un fular elástico (por cierto, chulísimo fular elástico) e ir a votar con él. Y si tocó dar la teta, pues la dio. Y a quien no le guste, que no mire. De la misma manera que me representó en su momento, la diputada podemita con el rorro en ristre que tanto dio que hablar.
A mi me hubiera gustado esa imagen en doña Soraya. Igual que me hubiera gustado en doña Carma. Cumpliendo con su obligación, puesto que poder manda, y yo no puedo ponerme en su lugar ni ellas en el mío. Pero con su hijo como bandera, dejando claro que lo importante es eso; y que lo es no sólo para una madre, sino para una sociedad entera.
Pero a lo mejor doña Soraya no ha visto todavía las ventajas de los buenos fulares elásticos, ni lo chulos que son. O alguien le ha dicho que un niño está mejor con la niñera, y que cuando sea grande estará orgulloso de esa madre que no conoce (y en ese caso, ojalá pudiera abrazarla, porque estará sufriendo lo suyo, pensando lo poco importante que es para su hijo, que estará mejor con la niñera). O alguien le ha recordado que España y su partido la necesitan más que su crío (oye, que por mi no lo haga, ¿eh?). O cuales sean sus circunstancias personales.
Y por eso, porque no sé qué ha pasado por la cabeza y la vida de esta mujer, me voy a ahorrar lo de que su crío también tiene derechos, y nadie parece recordarlo.
Ahora, perdónenme, quienes leen mis desvaríos: lo que voy a criticar siempre es el “Soraya que no bote”. Porque si no querías que botara, si para ti es tan importante su salud, no la hubieras llamado. Y ya que está, que bote, leñe.

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